( A Ester y a Olga por estar lejos y a la Chica de la Macedonia y a Katharine Hepburn por inspirarme )

Hace unos días, un sábado, me dispuse a ver, pasadas las doce de la noche una película en uno de los dos canales autonómicos que tenemos en Cataluña. La película se llamaba “ Broke of the hearts” y me sorprendí gratamente de que la emisión de la misma fuera en versión original subtitulada. La película resultó ser una maravilla del año 1.935 protagonizada por Katharine Hepburn, Charles Boyer y otro secundario estupendo que no conocía cuyo nombre no recuerdo, con música del extraordinario ( y no adjetivo gratuitamente ) y prácticamente inevitable Max Steiner. Por cierto, que el crítico del diario EL PAIS escrbió que era una película interesante pero desaprovechada por culpa de una dirección poco acertada. Hay veces en que dan ganas, lo digo sin disimulo, de insultar a los críticos o de decirles que no tienen ni puñetera idea para que se bajen del pedestal imaginario al que se han subido. Pasado el calentón y después de pensar en que por qué razón escribió eso tengo dos teorías. La primera es que el tío no había visto la película, no conocía al director, y por no decir que era una gran película ( una pequeña joya diría yo, valga el tópico ) le pareció que aquella apreciación infundada se podía acercar a la realidad, puede ser que pensara que si no conocía la película no podía ser muy buena, a veces la mente de los críticos funciona así. Aunque creo que es la más probable, el hecho de que se arriesgara a criticar un trabajo tan importante como la dirección me fuerza a tener una teoría alternativa y más simple: que el tío hubiera visto la película y opinara tal como escribió. En este caso me vuelven a entrar ganas de decirle que no tiene ni puta idea y que me diga en que falló el director, qué escena está mal dirigida, qué escena no es adecuada en la película, qué errores de montaje hay, qué planos son prescindibles o inadecuados etc., porque a mí me pareció que la dirección y guión eran impecables y las interpretaciones, sobretodo por los dos protagonistas, muy brillantes. Lo que me ha llevado a escribir esto es ( junto con una anécdota referente a la macedonia que dejo para más abajo ) una escena de la película mencionada que es la siguiente: Charles Boyer es director de orquesta y está ensayando mientras que Katherine Hepburn se va acercando al escenario para contemplar mejor el ensayo. En un momento del trayecto de la señorita Hepburn se nos ofreció un primer plano de su rostro mostrando a una mujer extasiada por la maestría del señor Boyer dirigiendo. Es inevitable detenerse aquí un momento para resaltar lo que esta inmensa actriz es capaz de transmitir, con su casi indescriptible ( por difícil ) boca, labios y dentadura, junto con sus pómulos prominentes era capaz de parecer dura e insensible o dulce y tierna y poseía una mirada ( subrayo mirada, no me refiero a los ojos ) capaz de poner la carne de gallina en momentos de gran intensidad dramática. Su físico nunca se ha parecido al de ninguna otra actriz y no podrá ser arquetipo de ninguna otra porque es irrepetible, así de simple. Esta escena y este plano no serían posibles en el cine de hoy, y esto fue lo que me motivó o inspiró a escribir esto. El cine ahora no es así ni pretende serlo. Y no es porque no pudiera. Creo que la gran desgracia de Winona Ryder, aparte de ser hija de dos jipis, de criarse rodeada de ellos incluyendo al chiflado y colgado ( aunque lúcido y gracioso ) Tim Leary, su gran desgracia repito, es la de haber nacido 60 años tarde, o por lo menos 50, de esta manera estoy seguro de que a su edad ya habría rodado media docena de obras maestras y las que le quedarían. Hace un tiempo opinaba que el cine de la primera mitad de siglo era mejor pero que ahora podía parecernos inocente. Ya no opino así. Lo que hacía que me pareciera inocente eran planos como el anterior ( no puedo imaginarme algo parecido con actores de hoy ) pero he llegado al convencimiento de que lo que ocurre es que antes había la voluntad de mostrar sentimientos puros en el cine. Ahora puede parecernos exagerado pues vivimos en una especie de sociedad aséptica y por supuesto aborregada en la que parece que una mujer que se extasíe escuchando una orquesta está mal de la cabeza y se sale del rebaño. Hay que combatir esto porque son sensaciones como estas las que nos mantienen vivos, entre muchas otras cosas por supuesto.

Hace unos días me contaba una amiga que había preparado macedonia de postre para unos invitados que había tenido en casa y que los invitados la habían rechazado. Esto me hizo pensar y concluir en que es un comportamiento habitual en esta sociedad sobredesarrollada e impura que va camino del suicidio como sociedad, suicidio del hombre como animal social. ¿Puede haber un ejemplo más contundente que el rechazo a la macedonia para ilustrar que vamos por mal camino? La macedonia se prepara con frutas de varios continentes, hay libertad de elección de las frutas, la receta no es rígida, es, además, un postre sencillo pero que demuestra clase en quien lo prepara y quien lo aprecia ¿Por qué rechazamos algo que nos está indicando el camino de la libertad y el bienestar de la humanidad? ¿Hay algo mejor después del cordero o guiso de turno que una purificadora macedonia? ¿Por qué siempre nos acabamos comiendo el puto helado de vainilla que nunca apetece?.

Lo anterior, es decir la pureza en los sentimientos y mostrarlos así, puros, es aplicable en la literatura, por supuesto. Las novelas del siglo pasado son en mi opinión un buen ejemplo. La pareja de enamorados de “El fantasma de la ópera” de Gaston Leroux parece siempre que estén a punto de morir de tanto amor, esto también hoy nos parece exagerado, en “La isla del tesoro” la nobleza, la lealtad hacia una amistad, el honor, el valor o la traición son en todo momento explícitos, creo que incluso es bueno mostrar la crueldad y brutalidad del valeroso Sandokan, y su particular concepción vital, de forma descarnada, de este modo es más fácil para el que lo lee, es decir nosotros, juzgar al personaje, con todos los matices que se quiera, pero de forma más clara. Otro ejemplo y creo que magnífico: el entrañable personaje ( no quiero usar la palabra monstruo porque me cayó bien dicho personaje ) creado por el Doctor Frankenstein de la genial ( reitero que no adjetivo gratuitamente ) Mary Shelley. El personaje, que si mal no recuerdo, no tenía nombre, tenía la necesidad de dar amor pero por razones obvias no podía, es entonces cuando descarga todo su odio contra su creador. Amor y odio. ¿ Puede existir una cosa sin la contraria? El libro, además de estremecedor, es una perfecta descripción de lo que son las dos cosas: AMOR y ODIO. Valgan otros muchos ejemplos de la denominada novela romántica del siglo pasado, además hay que ver lo bien que hablan, la locuacidad de los tíos que aparecen en ellas. En otro escenario, en Cataluña a finales del siglo pasado surgió un movimiento llamado “Renaixença” en la que se reivindicaba básicamente el uso del catalán en la literatura. Es difícil y no me considero preparado para ello juzgar con fundamento la verdadera intención política de este movimiento, cuando la reivindicación de una lengua se mezcla con el nacionalismo puede ser casi imposible decir donde está el punto en que esta reivindicación es un instrumento de la derecha o la izquierda. La última teoría que escuché es que comenzó como un movimiento izquierdista pero que acabó siendo de derechas. No sé. Lo que quería decir es que con más o menos acierto los escritores de la “Renaixença” se exaltaban en sobremanera contemplando el Canigó o cosas así. El problema de esa generación es que creo que no hay un GRAN escritor dentro de ella, o si lo hay para mí es Joan Maragall que se podría incluir dentro de este movimiento aunque su obra es posterior, en época del modernismo. Otra gente como Valle o Darío parece que quisieran aprovechar parte del siglo diecinueve pero adornándolo en exceso, aunque creo que a Valle sobretodo le interesó la forma, no la pureza de sentimientos.

En fin, moraleja o lo que sea, dejémonos de mandangas y odiemos, amemos detestemos apreciemos las cosas como son sin miedo al dolor porque si no, si tenemos miedo a sufrir ya la hemos cagado. Tengamos sentimientos puros, no se trata de exhibirlos sino de tenerlos, no sigamos roles sociales absurdos, y no se trata de ser maleducado sino de ser sincero, además considero que la buena educación es el respeto y no otra cosa, no está reñida la sinceridad con la amabilidad, eso es cosa de la forma de ser de cada uno. Y otra cosa, si alguien nos prepara macedonia, si no se tiene la clase suficiente para apreciarla, al menos, por educación, ya que ese alguien se ha tomado la molestia de prepararla, considero que lo correcto es comerla.

Jordi Palacios