¿Qué es poesía? -dices mientras clavas |
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Hace año y pico o dos, no recuerdo la fecha exactamente ni el nombre ( ¿por qué se los bautiza? ), un huracán arrasó america central y de paso las televisiones aprovecharon la buena voluntad de la gente de este país para hacer su guerra que es la de la audiencia, es decir dinero, es decir capitalismo, es decir desigualdad social, es decir lo de siempre. Permítaseme decir que si el huracán arrasó es porque había mucho que arrasar, hay huracanes en Japón o en Estados Unidos y no pasa lo mismo. En la cobertura informativa del desastre los audaces reporteros que aparecieron allí una vez había llegado la calma y se había instalado la desolación tenían las narices de acercarse a personas que habían perdido familia y sus escasas propiedades, por no decir todo, y les preguntaban cosas como “¿qué se siente en un momento así?” ( periodismo del siglo XXI, sí señor ). No lo puedo asegurar pero juraría que fue Félix de Azúa quien en su columna de EL PAIS destacaba el tema del que quiero hablar esta semana. Como novelista no lo conozco y sus columnas no me entusiasman, pero aquél día sí me gustó su columna que además surgía de algo que yo también había visto en televisión. Lo que los dos habíamos visto por televisión era como un o una periodista le preguntaba a un indio que había perdido casa y familiares el odioso “ ¿qué se siente?” o algo parecido. El pobre hombre demostró un gran civismo en no darle una patada en la entrepierna al periodista sólo por hacerle aquella pregunta infame, además contestó algo así como “ Excuse que no acierte a expresar mis sentimientos en este momento pero ha pasado poco tiempo y ...” y siguió. Félix de Azúa se admiraba ( admiración de la que participo ) de cómo un hombre analfabeto y desesperado podía responder de forma tan elegante y gallarda. Era impresionante que se pudiera dar aquella respuesta tan serena y clara, tan bien expresada en aquellas circunstancias. Creo que era por aquella época cuando escribía una columna Rosa Montero en el mismo diario sobre José Saramago. Mi opinión sobre esta escritora y periodista en relación a sus columnas depende de algo que no logro averiguar pues a veces me reulta simpática, a veces irritante, a veces acertada y aveces tópica y frívola. La columna a la que me refiero hablaba de un par de cosas ineresantes. Decía que el escritor portugués, de origen humilde, tenía manos de aristócrata y contaba una anécdota sobre el abuelo del escritor, un campesino analfabeto en la cual era protagonista de algo tan romántico cómo abrazar a sus árboles para despedirse de ellos pues su muerte estaba próxima. Con estas dos referencias quiero introducir el tema que para mi es un convencimiento y que quiero comentar. Estoy convencido de que en absoluto depende de la alfabetización o los estudios el dominio del lenguaje oral y que igualmente en absoluto depende de la condición social el tener un talante noble, entendido en el buen sentido, no en el aristocrático. Es más, si de algún modo tiene relación la condición social en esto creo que generalizando las clases altas son descaradamente groseras ( reitero que generalizo, en Barcelona parece que tradicionalmente hemos tenido burguesía ilustrada, más bien una parte de ella ) ; en el mismo sentido los jóvenes universitarios de hoy en día somos en general tremendamente torpes en expresarnos oralmente y somos incapaces de articular un razonamiento de forma concisa y clara. También incluyo, avalado por Francisco Umbral, la mediocridad del lenguaje periodístico de hoy, tanto en prensa, radio o televisión. Se dice que en América Latina existe tradicionalmente una cultura del lenguaje oral y de una especie de imaginación colectiva ( Cien años de soledad ), supongo que debe de ser cierto porque el caso del indio que he comentado antes no es aislado, puede ser que la falta de alfabetización y la ausencia de libros hayan sido sustituidas por esta admirable capacidad de las zonas rurales, el lenguaje que usan es pausado, sereno perfectamente entonado y abarca un léxico mayor que en España. Precisamente es en los países más cercanos a Estados Unidos o en las zonas más cosmopolitas dónde se dicen más barbaridades por copiar palabras y estructuras sintácticas del inglés dándoles un sentido erróneo a las mismas, en informativos mejicanos hay muchos errores de este tipo. Situándonos en la península puedo decir que los jóvenes universitarios no tenemos ni puñetera idea de lo anterior. Somos un auténtico desastre, cuando hemos de hablar más de un minuto seguido con quien sea y de lo que sea somos capaces de pronunciar cincuenta veces “ yo que sé “, “ ¿sabes?” y muletillas parecidas que no significan nada. El verbo “ agobiar “ lo usamos para todo y ha adquirido tropecientos significados, esto es un prueba de la escasez del léxico que usamos, y esto es independiente de la cultura de cada joven, porque hablan así tanto los que leen veinte libros al año como los que no leen ninguno, creo además que apenas se nota si uno estudia historia o química, ciencias o letras. Nuestra cultura del lenguaje oral es así de pobre. Si ahora, además de situarnos en la península nos situamos en el medio rural lo que es para mí destacable es que gente que te pondrá cara rara si le preguntas qué es una “ stock option “ y que no saben qué es el teorema de Pitágoras es capaz de expresarse con acierto. Poseen variedad de recursos para describir imágenes, lo que en si ya es un género literario ( Valle o Lorca por ejemplo ) y todo con una aparente sencillez léxica pero tremendamente efectivo en el sentido de que se dice lo que se quiere decir y bien dicho. En definitiva, dice Umbral que el lenguaje de la calle es rico y que es el de la televisión y prensa el que es malo. Es posible, pero creo que en el futuro esto no va a ser así , creo que la generación de jóvenes de ahora ya somos irrecuperables para una comunicación entre nosotros decente y creo que la generaciones próximas van a ser peores, cada día paso por delante de un instituto y lo compruebo. |
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Miguel Hernández |
GUERRA La vejez en los pueblos. |
Mariano José de Larra |
LARRA Que yo recuerde sólo en tres ocasiones me he reído leyendo un libro. Cuando digo reír me refiero a reír a carcajadas lo cual en mí no es muy habitual porque tiendo más a la sonrisa que a la risotada, teniendo en cuenta además que solemos reirnos a carcajadas cuando estamos en compañía las tres ocasiones que menciono las considero excepcionales. La primera ocasión fue leyendo "El pequeño Nicolás" del genial y por desgracia desaparecido René Goscinny, la segunda fue con alguna de las excentricidades de Holden Caufield en "El guardián entre el centeno" del también genial Salinger, de quien aprovecho para reclamar (y animar a todo el que lea esto unirse a ello) más traducciones o reediciones en castellano, en las librerías sólo encuentro tres libros suyos y no sé si puedo encontrar alguno más, si alguien lo sabe que me lo dig@. La tercera de las ocasiones fue cuando leía el artículo "El castellano viejo" de Mariano José de Larra. Recuerdo que estaba leyendo el mencionado artículo cuando el resto de personas con las que convivo, es decir mi familia, estaban durmiendo. En el momento álgido de la comida que en dicho artículo se narra no pude aguantar más y emepecé a reír a carcajadas, dejé el libro a un lado e intenté reprimirme por no despertar a nadie pero no podía, sólo con recordar la última frase que había leído me echaba a reír otra vez. Tras unos minutos logré serenarme y pude acabar de leer el artículo no sin dejar de reír pero sin hacer mucho ruido. Recuerdo la primera vez que Larra me llamó la atención, estaba en clase de literatura en segundo de BUP y creo que fue la única vez en que la clase no me pareció un coñazo. Lo de que la literatura te la eneseñen de este modo me parece nefasto, es como irte tomando cucharadas de una botella de jarabe hasta terminarla, lo de leer por obligación siempre lo he odiado y ahora que han pasado unos pocos años estoy seguro de que hubiera leído mucho más en mis años de secundaria si hubiese leído lo que me apetecía y no lo que me mandaran leer. La prueba está en que en verano leía mucho y durante el curso poco, y no era por falta de tiempo. No digo que lo que leí en el instituto no me gustara, al contrario, ni que hubiera gente a la que sí le gustaban las clases de literatura, lo que digo es que a mí me aburrían muchísimo y que por esta y otras asignaturas me decidí por estudiar ciencias y seguir mi formación humanista por libre. Lo que leíamos aquél día era una parte del artículo "En este país" y me pareció muy gracioso. El recuerdo del artículo permaneció vivo en mi memoria y algún año más tarde me compré una amplia recopilación de artículos de Larra en edición de bolsillo. Lo primero es tener en cuenta que en el tipo de literatura de Larra es muy importante la época en que vivió el escritor pues los artículos como es costumbre están relacionados con la actualidad. En este sentido, aunque sea involuntariamente, los artículos de Larra constituyen una excelente panorámica del Madrid de la primera mitad del siglo pasado. Quisiera subrayar que los escritos están referidos en su gran mayoria a Madrid y no a España a menos que se considere Madrid como la esencia de España lo cual es muy discutible por no decir llanamente que falso. Sólo cuando trata temas como el catolicismo, el carlismo o el odio de la población hacia los franceses o en las pocas ocasiones en que el orgullo de serlo aparece en su escritura puede decirse que habla desde un punto de vista español, en lo demás es esencialmente localista; ya nos hubiera gustado a muchos tener a un Larra para cada una de nuestras ciudades. Josep Pla decía en unas crónicas sobre el advenimiento de la República que la primera vez que viajó a Madrid le pareció una ciudad de aristócratas y funcionarios. No me atrevo a valorar una afirmación tan rotunda pero es evidente que tanto la nobleza como el funcionariado son colectivos a los que Larra analiza en profundidad. De unos y de otros suele echar pestes. A la nobleza le reprocha lo absurdo de sus tradiciones, la hipocresía, el empeño en aparentar y su escasa ilustración. La muestra como una clase social que no sabe sacar provecho de su situación privilegiada para disfrutar de los placeres que se le brindan; hay un artículo cuyo título no recuerdo en que describe la incapacidad de las clases sociales bienestantes para disfrutar de sus ratos de ocio. Sus diatribas contra ella, a menudo furibundas quieren poner de manifiesto la estupidez de su estilo de vida, muchas veces nos muestra las reuniones de sociedad como el más vulgar de los carnavales. Respecto a los funcionarios ( administración, policía etc. ) y otros oficios ( desde notarios a criados ) no oculta su irritación cuando a su modo de ver se trabaja poco y mal, hay ejemplos de ello en multitud de artículos pero valga como ejemplo el más célebre ( me resisto a destacar uno como el mejor ) de sus artículos, el "Vuelva usted mañana", a cuyo título se ha recurrido en infinitud de veces para poner a parir a la Administrción Pública. También se ocupa pero en menor medida del ciudadano medio pero con cierto grado de bienestar de quien deplora también varias de sus costumbres como comer en fondas, el querer actuar como aristocrátas sin serlo, como si el tener dinero les hiciera parecer más zafios. El análisis de su persona resulta harto complejo y hasta contradictorio. En sus artículos puede parecer frío, distante para con las personas y de agrio carácter y hasta cínico, pero pegarse un tiro por amor a los 28 años no es coherente con los adjetivos anteriores, así que supongo que debió de ser un tipo muy sanguíneo, depresivo y tremendamente romántico en su concepción vital. Como desgraciadamente ha pasado muchas veces se ha querido usar su nombre para dar calor a ciertas ideologías. Mala costumbre es esta. Tanto izquierda como derecha lo han reivindicado como propio, parece que no aprendemos a separar literatura de política. Además en el caso de Larra su ideología se podría deducir de sus artículos fácilmente con lo que las polémicas son, si es que pueden serlo, más estúpidas. En un sentido nacional se podría decir que como a Unamuno parecía dolerle España. Es frecuente su desprecio a las personas que por ignorancia y recelos odian a Francia y no parece cansarse a la hora de detallar el mal funcionamiento y malas costumbres de Madrid-España, de las que se avergüenza muchas veces, ahora bien, en ciertas ocasiones ( "En este país", por ejemplo ) define como un comportamiento igualmente estúpido criticar lo español y ensalzar lo extanjero sin conocerlo. Es evidente que fue una persona muy crítica con el poder,con los carlistas, y otros,hay un magnífico artículo irónico y brutal contra la censura, pero por desgracia no tuvo la clarividencia de reconocer la injusticia de la existencia de clases altas y bajas. Por tanto me atrevo a afirmar que era un liberal clasista. Como recuerdo nos dejó un montón de seudónimos ( Fígaro, El Bachiller, El Pobrecito Hablador ) y un estilo literario magistral; en mi opinión nadie ha sabido usar el castellano de un modo tan brillante como él, el dominio del lenguaje era absoluto y se sirvió de la ironía como nadie, la omnipresente mordacidad y las sardónicas descripciones conseguían artículos ferozmente críticos y a la vez entretenidos y divertídisimos. No podría terminar esto sin recomendar a todo el mundo que no lo tenga que adquiera una de las múltiples colecciones de artículos editadas y que por supuesto las lea. Pido perdón si he escrito alguna barbaridad porque este texto ha sido redactado de memoria y en poco tiempo. |
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